Por el Servicio de Cardiología del Sanatorio San José

Dado el auge, la accesibilidad y oferta de actividades físicas para “estar saludables”, nos vemos ante el dilema de saber si estamos en condiciones de realizarlas y cuán intensas deben ser las mismas.

La Organización Mundial de la Salud ha elaborado las recomendaciones mundiales sobre la actividad física para la salud con el objetivo general de proporcionar a los formuladores de políticas, orientación sobre la relación dosis-respuesta entre frecuencia, duración, intensidad, tipo y cantidad total de actividad física y prevención de las enfermedades no transmisibles (ENT).

Para los niños y jóvenes, la actividad física consiste en juegos, deportes, desplazamientos, actividades recreativas, educación física o ejercicios programados, en el contexto de la familia y la escuela, con el fin de mejorar las funciones cardiorespiratorias, musculares de la salud ósea, y reducir el riesgo de las ENT.

Para los adultos, la actividad física consiste en actividades recreativas o de ocio, desplazamientos (por ej. Paseos a pie o en bicicleta), actividades ocupacionales (es decir, trabajo), tareas domésticas, juegos, deportes o ejercicios programados en el contexto de las actividades diarias. Siendo en este caso las actividades de mayor riesgo, dado que transcurren en el límite de lo recreativo intenso y los competitivo.

En un apartado diferente se engloban se engloban las actividades de “alto rendimiento” y las “competitivas” donde la exigencia cardiovascular a la que se somete la persona es muy elevada.

Al realizar la evaluación cardiovasuclar buscamos prevenir posibles daños, siendo fundamental la prevención de la muerte súbita.

En la evaluación de menores de 35 años que buscar realizar una actividad deportiva recreacional debemos obtener una buena anamnesis (recolección de datos clínicos), examen fisco y electrocardiograma, Si todo esto es normal, la probabilidad de problemas de salud asociados a la actividad física y muerte súbita relacionada al deporte se reduce sustancialmente.

Si el paciente tiene historia familiar de muerte súbita, presenta un soplo o alteraciones electrocardiográficas deberían solicitar un Ecocardiograma.

No existe evidencia que justifique la solicitud de ergometrías de forma rutinaria en personas menores de 35 años.

Si la persona a evaluar realiza actividad deportiva “competitiva” o de “alto desempeño”, se sugiere realizar un Ecocardiograma de tutina y Ergometría, por el riesgo que conlleva la exigencia de competir; así también como en personas en las que se sospecha o sabe de enfermedad coronaria, o que presentan uno o más factores de riesgo, o algún síntoma cardiovascular, y en todos los mayores de 65.

En atletas que practican deportes de fuerza o de potencia, como así también en los que practican halterofilia o culturimo, sería razonable controlar el hepatograma y el perfil lípido.

En conclusión, en la actualidad nos encontramos con numerosas formas de promover y mantener un adecuad estado de salud a través de la actividad física (cada vez más exigente). Un buen estado cardiovascular de quienes practican estas actividades, es condición indispensable para realizarlas, junto con una adecuada nutrición y descanso.

Para ello la cardiología actual posee herramientas para chequear la aptitud cardiovascular de quienes deciden (con buen tino) iniciarse o retomar las actividades físicas para lograr una mejor calidad de vida de forma segura.

Consulte al cardiólogo, es un consejo del corazón…

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